La Fe bahá’í en México
Entre 1916 y 1917, ‘Abdu’l-Bahá reveló las tablas del plan divino, epístolas dirigidas a los bahá’ís de Norteamérica para apoyar el despliegue del plan para llevar el mensaje de Bahá’u’lláh a todos los rincones de la tierra. En la primera de estas cartas se menciona que México es un país muy importante y asegura que «si un aliento de vida fuese soplado sobre ellos [los habitantes de México], se obtendrían grandes resultados». Esto impulsó a que algunas personas respondieran al llamado de difundir estos principios en todos los rincones del mundo.
Como respuesta a este llamado, durante la década de los años veinte, las bahá’ís norteamericanas Martha Root, Orcella Rexford y Beatrice Irwin fueron algunas de las primeras personas que hicieron viajes a Latinoamérica para compartir los principios de la Fe bahá’í. En 1935 la señora Loulie Mathews, junto con su esposo, viajaron a Sudamérica y en su camino visitaron Yucatán, México.
La primera comunidad bahá’í en formarse fue en la Ciudad de México en 1938, y con el paso de los años, la Fe de Bahá’u’lláh se extendió a otras ciudades del país, entre ellas Monterrey, Puebla, Guadalajara, San Miguel de Allende y Mérida. El deseo de los primeros bahá’ís de compartir los principios de su fe con otros, con la firme convicción de que muchas más personas podrían encontrar esperanza en ellos, llevó a la comunidad bahá’í a crecer en número, expandiéndose hacia otras localidades. Para 1947, habiendo transcurrido solo un poco más de una década desde que por primera vez alguien escuchase sobre estas enseñanzas, la comunidad bahá’í había crecido y desarrollado un sentido de identidad en todo el país. Impulsados por el deseo de promover estos principios en la sociedad, ese mismo año, los bahá’ís de México realizaron un congreso con la participación de bahá’ís de Centroamérica y del Caribe, con la finalidad de ampliar su comprensión sobre el significado de la unidad y la paz mundial.
Diez años después, en 1957, algunas personas de pueblos originarios de México aceptaron la Fe bahá’í, y en 1959 participaron en el Congreso Indígena Interamericano, el cual se llevó a cabo en Guatemala. Las comunidades bahá’ís, tanto en las poblaciones indígenas, rurales y en las ciudades, siguieron fortaleciéndose hasta abarcar 32 localidades en 1963, año en que se establecieron once Asambleas Espirituales Locales las cuales velarían por el desarrollo de la fe. Posteriormente, en 1977 se celebró en Mérida una conferencia internacional bahá’í sobre la expansión de la fe, la importancia de la devoción, la emancipación de la mujer y la educación de los niños, a la cual asistieron más de dos mil personas.
Durante los inicios de la década de los 80, un grupo numeroso de bahá’ís iraníes llegaron a establecerse en el país y se convirtieron en un eje de apoyo para todos los que comenzaban a abrazar la Fe de Bahá’u’lláh. Posteriormente, en los 90, la Fe bahá’í en México entró en una nueva fase con un llamado mundial a participar en esfuerzos enfocados al progreso material y espiritual de comunidades, a través de la educación espiritual de personas de todas las edades, la acción social y la participación en los discursos prevalecientes de la sociedad.
Actualmente, hay bahá’ís en más de 200 localidades en México. En muchas de éstas, los aprendizajes generados por el deseo de llevar a la acción las enseñanzas de Bahá’u’lláh están, poco a poco, formando comunidades vibrantes preocupadas por su desarrollo material y espiritual, fortaleciendo lazos de amistad genuinos entre los habitantes de un barrio o pueblo, quienes trabajan juntos sin importar sus diferencias de edad, orígenes o creencias, y seguros de que el espíritu de servicio que los impulsa puede moldear la realidad de su comunidad hacia una de unidad, armonía y apoyo mutuo.